La puerta del sol óleo sobre leinzo 75 x 96 cm Museo Carmen Thyssen Madrid |
Está rigurosamente documentado que el artista Enrique Martínez Cubells presentó un lienzo con el título La Puerta del Sol a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904 junto a otras quince obras, entre ellas la tela titulada Trabajo, descanso, familia, por la que obtuvo medalla de primera clase. La Puerta del Sol figuró en el catálogo oficial del certamen con el número 769, de exactas medidas (75 x 96 cm) que este lienzo de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, adquirido en una sala de subastas de Madrid en 1998. La tela fue pintada dos años antes de ser presentada al certamen nacional, tal como indica la fecha inscrita en la parte derecha del lienzo.
El cuadro forma parte de una serie de vistas urbanas –poco conocidas– realizada al regreso de uno de sus muchos viajes por Europa entre 1901 y 1906. Refleja el espíritu cosmopolita que caracteriza la personalidad del artista y que hace patente, sobre todo, sus años europeos y la consagración de su forma de pintar más personal. Cabe destacar que el artista recorrió en tan sólo cinco años un camino que va del realismo pesimista de carácter social –tal como podemos reconocer en su obra Un accidente, mención de tercera clase en la Exposición Nacional de 1897– al paisaje urbano de dinámicas y ágiles pinceladas.
De esta obra existen dos versiones. Una, propiedad del Museo Municipal de Madrid1, adquirida a la viuda del pintor, Josefina Gargallo Moreno, en 1951; la otra, esta magnífica tela. En ambos casos el pintor inmortaliza la imagen de Madrid tras la inauguración de la electrificación de la línea del tranvía Sol-Serrano el 3 de octubre de 1898. A partir de aquel año, la imagen de la Plaza del Sol y alrededores cambió considerablemente. La ciudad en dirección a la carrera de San Jerónimo se plagó de cafés, convirtiéndose en el centro neurálgico de escritores, actores y artistas.
Sin embargo, fueron las escenas portuarias del Cantábrico y la Bretaña francesa las que durante años se convirtieron en la principal fuente de inspiración para Enrique Martínez Cubells, y por ellas fue conocido artísticamente. Los hombres y mujeres de aquellos lugares ofrecieron al artista ese carácter intimista que le permitió alejarse del pintoresquismo protagonista de la pintura madrileña y el luminismo de las escenas de playas levantinas, que popularizó como ningún otro Joaquín Sorolla y que gozaron de enorme estima en su tiempo.
También los contraluces y la luz del atardecer se convirtieron en señas de identidad de su obra, en rotunda oposición a ese luminismo. Enrique Martínez Cubells, conocedor del triunfo que en la Bienal de Venecia había obtenido desde 1895 la pintura alemana de connotaciones realistas-naturalistas y consciente del escaso interés que despertaban los melodramáticos cuadros de historia, al igual la pintura regionalista, se traslada en 1900 a Múnich y desde allí recorre el norte y centro de Europa, con el objeto de estudiar la técnica de aquellos creadores que él consideraba primordiales para la renovación artística.
Esta obra muestra el interés del artista, a sus 28 años, de superar las imposiciones que marcaban los círculos oficiales y centrar su estilo en otros aspectos pictóricos, como la luz y los cambios atmosféricos. No parece extraño que escogiera una visión lluviosa de la céntrica plaza madrileña envuelta bajo la luz de una tarde húmeda e invernal en clara similitud con su Plaza de Max-Joseph en Múnich. Ofreciendo una imagen muy europeizada de la ciudad española.
El Madrid de finales de siglo era una ciudad artísticamente muy conservadora. Por ello, a pesar de su audacia y modernidad, de ser un deleite para los ojos, la obra pasó desapercibida para el jurado de la Exposición Nacional de Bellas Artes. La Puerta del Sol rebosa elegancia y soltura, es un homenaje a la gran urbe, a la luz ambiental de la tarde, a las jugosas y trasparentes pinceladas.
El empeño constante, desde su juventud, de diferenciarse de la personalidad artística y modo de firmar de su padre, Salvador Martínez Cubells, le llevó a intercalar tres modos distintos de jugar con sus apellidos. La costumbre –según los envíos realizados a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901– de firmar como «E.M. Ruiz», la podemos encontrar en la parte delantera de sus lienzos a partir de 1900, especialmente en los cuadros pintados en 1901 y 1902. Conducta que nos permite casar exactamente el modo de firmar del autor con la fecha en la que fue realizado este lienzo. A partir de 1903, justo antes de la Exposición Nacional de 1904, Enrique Martínez Cubells abandona ese modo de rubricar, que reconocemos en Puerta del Sol de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, por el que pasaría a convertirse en su definitivo apellido artístico, «E.M – Cubells Ruiz», tal como recoge el lienzo de la colección municipal de Madrid y que durante un período muy corto de tiempo alternó con «E.M. Cubells».
Por todo lo que precede, además de la evidente seguridad y madurez técnica que demuestra tener el autor en el momento de pintar el referido cuadro, hace pensar, en definitiva, que esta obra fue la presentada en 1904 por el artista Enrique Martínez Cubells a la Exposición Nacional.
Felisa Martínez Andrés ( AUTORA )
Tamara Tamaral
28-08-2019
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