LA DAMA DEL ABANICO
|
La dama del abanico
óleo sobre tabla 67 x 56 cm
Madrid Museo Nacional del Prado |
Este retrato de busto largo de una dama cubierta con vestido de color noguerado, lujosamente guarnecido por cadenetas doradas, con mangas rajadas y alto cuello abierto por delante a la manera flamenca, es un notable ejemplar de la retratística española del reinado de Felipe II. Para empezar, está pintado sobre una fina madera tropical de color rojizo, tal vez una caoba, un soporte realmente infrecuente en la pintura del siglo XVI. Otro elemento a destacar es el abanico plegable japonés que porta la dama, una incorporación a los usos y representaciones femeninas proveniente de Portugal, adonde llegaron los primeros abanicos orientales a finales del siglo XV. Los vínculos matrimoniales de las cortes de Madrid y Lisboa extendieron este accesorio exótico a España y a otras capitales europeas (Jordan, 2003, pp. 267-271), pasando muy pronto a convertirse en un atributo femenino y un instrumento galante propio de un elevado rango social, que se añadía -en los retratos pictóricos- a los tradicionales pañuelos o misales con que se ocuparon las manos de las retratadas. En este caso, la dama coge el abanico de manera un tanto original: sujeta su base con la mano derecha, pasándolo también por detrás de la izquierda, que aparece extendida mientras dibuja un curioso zigzag con los dedos. Cabría preguntarse si esta fórmula encerraba algún significado específico, pero no es ésta más que una hipótesis por el momento imposible de demostrar.
La disposición de los brazos, el recorte de la mano derecha y las irregularidades del perímetro ponen en evidencia que éste fue un retrato de dimensiones algo mayores, y que posiblemente fuera concebido como retrato sedente, en sintonía con algunos ejemplares pintados para efigiar a damas de alta alcurnia, creaciones de Tiziano como La emperatriz Isabel de Portugal (P415), Antonio Moro, María Tudor, reina de Inglaterra (P2108) o Alonso Sánchez Coello, La princesa Juana (Madrid, Descalzas Reales). Podría tratarse del retrato descrito en 1686 en las llamadas Piezas Pequeñas de las Bóvedas: una dama con un abanico en la mano pintado en tabla, y cuyas medidas eran similares a las del retrato citado de María Tudor de Moro o al de Felipe II con traje forrado de armiño de taller de Tiziano (P452). En la testamentaría de los bienes de Fernando VII aparece atribuida a Alonso Sánchez Coello, con una valoración de ochocientos reales, muy alta en relación con otros retratos (El caballero de la mano en el pecho, del Greco (P809) aparecía estimado en quinientos cuarenta); algo más tarde, en el inventario general del Museo de 1849, se identificó a la retratada como una infanta de España.
Será probablemente alguna de las hermanas de Felipe II, una propuesta que se fue ignorando posteriormente pese a que el rostro de esta dama recuerda los rasgos característicos de los Austrias españoles: los ojos claros y marcados por las ojeras, la nariz en caballete, el labio inferior prominente o el pelo abundante, rizado y rojizo. Tampoco la propuesta atributiva ha encontrado una respuesta unánime. Para Breuer-Hermann, ni su técnica ni su composición se ajustan a las características de este pintor, mientras que Carmen Garrido, que lo estudió para el catálogo de la exposición que se dedicó al valenciano (donde sin embargo no llegó a incluirse) resaltó la calidad de la obra, considerando los paralelismos técnicos de este ejemplar con otros retratos de Sánchez Coello. Kusche lo ha situado entre las obras del flamenco Rolán Moys, algo que desmiente claramente la alta calidad de la pintura, recuperada tras la reciente restauración. El nombre de Sánchez Coello (1531/32-1588) parece más apropiado para explicar la resolución pictórica de la cabeza, muy descriptiva y delicada en su tratamiento, aunque esta hipótesis no pueda ser desde luego concluyente (Texto extractado de Ruiz, L. en: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, M
Tamara Tamaral
5-06-2018
Bibliografia .ForoXerbar